Me lastima tu sinceridad
Radiante, sonriente y delante de tu espejo. Esta noche será tuya, te sabes hermosa y hoy nadie te opacará. Aplicas tu lápiz labial pensando en cómo se verá su boca después de besarlo. Abres los ojos y encuentras mi reflejo detrás de ti. Parpadeas para saber si es cierto; sí, soy yo. Intentas voltear, pero llegan mis manos sobre tus desnudos hombros a evitarlo, también culpables en su descenso de que caigan tus brazos. Tomo tus manos a pleno movimiento hacia tu abdomen, sé que quieres lo que sientes cuando mis brazos te rodean. Con los ojos cerrados respiras de mi aliento que te viene detrás de la oreja, tocas con tu cuello mis labios y comienzo a caminar sobre ti. Despojas la toalla de tu agitado pecho mientras lo recorres con tus manos. Mis dedos van por tu abdomen y cintura hasta llegar a las caderas, pero las tomas pues quieres que yo también te sienta latir cuando beso tu garganta. Te mantienes atrapada a mis manos y encerrada en tus párpados, experimentando esa tensión pasional, “ya te extrañaba”; rigor que te recorre para cederme tu todo: tu abdomen, vientre, pubis. Por dentro sientes y sudas relajando tus caderas y rodillas. Llega ese instante de luz que coreas con llanto y luego despiertas. Tu rostro solitario en el espejo, te das vuelta y me buscas. Sabes que no estoy y escondes tus ojos tristes.
Abres los ojos y ves tu rostro solo, marchito con lágrimas teñidas que recorren tus mejillas. Cierras los ojos y piensas en lo que has hecho, en lo que has perdido, en lo que ahora yace muerto.
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